La cultura de la eficiencia energética empresarial se convierte en una sana competencia frente a los retos y metas a superar.
Por: Marcos Matias, Presidente de Shneider Elechctric para la Región Andina.
¿Lo que no se mide no se puede administrar? Esta frase tiene dos caras y en el caso de la eficiencia energética es bueno analizarlas ambas, pues cada una tiene un importante impacto en el resultado, frente a cómo una empresa puede cumplir sus objetivos en este sentido.
De acuerdo con la Andi, la energía en Colombia es más costosa, comparativamente, que en otros países de la región. Este ha sido un problema histórico, a pesar de contar con importantes recursos hídricos e hidroeléctricos, reconocidos a nivel mundial.
Pongamos algunas cifras: Colombia ocupa el puesto número 62 entre 144 naciones, en cuanto a suministro energético, según un informe de la WEF; también de acuerdo con el informe nacional de competitividad 2012 - 2013, Colombia podría mejorar los costos de energía, donde se gastan en promedio 10,4 centavos de dólar por kilovatio hora, mientras que con algunas modificaciones a la regulación podríamos disminuir este costo y hacer más competitiva a la industria.
Esto nos dice que, de cualquier manera, debemos invertir en eficiencia energética. Pero hay que determinar qué se va a medir y cómo dentro de este umbral de posibilidades. Esto puede reducir el tiempo necesario para determinar las tendencias y los modelos de consumo y así, simplemente obtener los resultados concretos y las cifras que nos permiten comparar entre un periodo y otro, entre un método y otro, o entre una herramienta y otra.
Esto se reportará en la factura de la energía, claro está, y se convertirá en un buen paso inicial para comparar el consumo entre un periodo y otro, o la evolución de un modelo a lo largo de varios meses.
Sin embargo no es suficiente. Una alternativa frente a esta opción es que se podría medir la potencia de las cargas que se han requerido por un periodo determinado y a su vez definir una ubicación en el tiempo y el espacio. Con esto se pueden definir con mayor precisión las variables a medir y también se logra entender qué es lo que más consume en una instalación, en un centro de datos, en una planta de producción o en un edificio.
La eficiencia energética, como aplicación se vale de estos datos para aplicar correctivos, usar las tecnologías apropiadas, que incluyen sistemas de automatización de las operaciones, sistemas de control y sistemas de administración. Incluso, considerar el uso de software y aplicaciones especializadas podrán apoyar a tomar decisiones.
Es simple, conociendo los dónde y los cuándo, los procesos se hacen evidentes y tomar los correctivos necesarios será más sencillo. He aquí la importancia de planear cómo se llevara a cabo la eficiencia energética a través de los siguientes pasos: Medir y auditar, Establecer bases, Automatizar y regular, y Monitorear continuamente.
Es evidente que el desarrollo industrial y las mismas exigencias tanto de producción como los estándares internacionales, nos obligarán a buscar mejores maneras de optimizar el consumo energético.
Y ahí entra una visión de lo medible que aún desconocemos. ¿Podemos medir la pasión, el impulso y la energía con la que determinamos en una junta directiva, en un consejo o simplemente desde la gerencia, cómo vamos a hacer relevante la eficiencia energética en los indicadores de gestión?
Aunque se le ponga todo el corazón, solo hasta el final de las métricas se verá si es cierto el empeño, si se puso atención o si se requiere hacer más.
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